Itza López durant l'entrevista asseguda davant una estanteria amb llibres
Entrevista 3 marzo 2025

“Es una disociación absurda que unos luchemos contra una dictadura y otros quieran entrar en una”

Itza López es nicaragüense y hace 4 años que vive en Barcelona exiliada por participar en 2018 en manifestaciones para exigir democracia en su país. Esta semana, en Sant Boi de Llobregat y Vilafranca del Penedès se proyectará un documental financiado por los socios del Fons Català que lleva su nombre.

  • Eres protagonista del documental «El viatge d’Itza» que se ha estrenado recientemente y que habla de tu historia y exilio de Nicaragua. ¿Cómo te has sentido al ver el documental?

Ver el documental y ver a la Itza que acababa de llegar aquí fue impactante. Estaba pasando muchos estragos por lo que viví. Los 3 años que estuve viviendo bajo represión y persecución, y fue difícil. Verlo me tocó, y se me revolvió de nuevo en el estómago lo que creía que estaba en calma. Pero creo que también es necesario tener esos revolcones de realidad: ver de dónde venimos, todo lo que pasé hasta llegar aquí, y lo que queda todavía. Ver esta primera parte me dio ganas de continuar la segunda parte. Como yo lo manifestaba en el documental, para mí lo más importante son los nicaragüenses que están en el exilio, y los que están más cerca de Nicaragua. Viven en miseria en comparación con las personas que tenemos el privilegio de migrar a Europa o a Estados Unidos, o a cualquier otro país donde medianamente se pueden tener mejores condiciones de vida.

  • ¿Por qué crees que es importante hacer una segunda parte en Costa Rica?

Para mí, a este documental le falta el chute de realidad que se vive en Costa Rica. Mucha gente se tuvo que despejar de todos sus bienes, está empezando de cero y tiene que seguir luchando. Muchos son personas mayores y ya no pueden acceder a una pensión porque ya no son nicaragüenses legalmente. Otros tienen trabajos precarios para poder pagar una habitación.

  • Tú también tuviste que empezar de cero en Barcelona. ¿Cómo fue el proceso de adaptarte a una nueva vida aquí?

Al inicio fue muy duro. Aunque yo no soy exiliada política legalmente en España, porque tengo papeles españoles. Pero la condición de exilio es no poder volver a mi país por haber exigido libertad. Aunque lo más duro es no saber qué hacer en ningún sentido. Uno no tiene amigos, no conoce a mucha gente… Es difícil saber hacia dónde dirigirte. Lo más difícil de los primeros meses fue que quise hacer muchas cosas para reparar lo que me quitaron, como intentar estudiar. Intenté hacer estudios de Turismo aquí en Barcelona, pedí una beca y al final no me la dieron. Entrar en una Universidad de aquí no es lo mismo que en Nicaragua, donde pagaba 20 dólares al año. Ese fue el primer golpe: el cambio de los precios, de cómo la vida es tan cara para lo que a uno le enseñaron que era accesible, como la educación.

Otra dificultad para el día a día fue el catalán. Yo no lo hablaba y, aunque mi padre era catalán y siempre lo entendía muy bien, siempre me faltó algo para internar hablarlo. Al inicio era un tema por el que sentía que tenía menos acceso a muchas cosas por el hecho de no hablarlo.

Pero, al final, creo que tuve el privilegio de tener familia aquí, que son los que me ayudaron y me dieron una casa. En cambio, hay mucha gente que se viene y no tiene ni un espacio donde quedarse. Por un lado, eso me hacía sentir bien, pero del otro vivía cada día con el rencor de no poder volver a mi país. Yo quería migrar algún día, pero nunca me imaginé que tendría que ser forzosamente.

  • Tú creciste en Nicaragua, creyendo en el sandinismo y en la Revolución Popular Sandinista de 1979. ¿Por qué un movimiento que ilusionó a tanta gente ha acabado convirtiéndose en un régimen autoritario? ¿Qué crees que falló?

Yo creo que hubo diversos fallos parte del mismo proceso revolucionario. Para mí, el sandinismo, o la misma Revolución, se remonta a mucho antes de 1979. Cuando Augusto César Sandino verdaderamente luchó en las batallas. Era un hombre que sí creía en todas esas teorías marxistas y comunistas, de cómo debe ser el ideal de izquierdas, del socialismo y del progreso. Pero creo que el problema está cuando cada una de las personas que están en el poder ponen sus objetivos personales por encima del bien de un país y una nación. Para mí, durante la misma guerra hubo muchas cosas que se le permitió hacer al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSNL) que fueron tapadas y nadie se acordó. Y hoy en día tenemos todas estas heridas que estamos cargando. Al partido se le permitió que tomara el poder de todo el Estado: desde el poder policial al electoral. No hubo democracia en ningún momento, tal vez en la constitución de Nicaragua. Pero el Frente se encargó de modificarla. Tenían en cada uno de los lugares donde se tomaban decisiones, en el 70%, a gente sandinista que votaba por las leyes sandinistas. La manipulación del poder.

Con todo, uno se cuestiona también: ¿“Qué es en lo que creí todo este tiempo”? Ese es el problema que tenemos ahora. Creímos en ideales, en lo que fue la izquierda ideal, pero la realidad es totalmente opuesta. Sabemos que eso no nos gusta. Tenemos el ejemplo de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que son tres países donde la izquierda se ha mantenido fuerte, pero a base de una dictadura y prácticas antidemocráticas. No se puede ser de izquierdas si no hay libertad política ni democracia ni todo lo que esta izquierda promulga. De nada sirve tener educación o salud pública si es todo precario.

  • ¿Cómo ves el futuro en América Latina con la crisis de la izquierda y de los movimientos progresistas en la región?

Yo espero que las futuras generaciones podamos reivindicar esta izquierda y todo esto que verdaderamente es la izquierda: que pueda haber progreso y podamos cambiar nuestro país. Pero hay que quitarnos la dictadura y las “momias” políticas. Necesitamos el pensamiento de los jóvenes. Quisiera ver que se organizaran más movimientos de izquierdas en Latinoamérica, que no solo fueran los movimientos feministas o de defensa de los pueblos indígenas. Son movimientos sociales y son la base social de la izquierda, pero si dejamos a esa base sola y no creamos alternativas reales políticas no vamos a vencer a ese gran monstruo, que es Estados Unidos. Porque yo tampoco creo que la solución sea vendernos a ese tiburón.

  • A lo largo de la historia, otros países han impulsado procesos de justicia transicional o acuerdos de paz para abordar los crímenes del pasado y reconstruir la democracia. ¿Crees que Nicaragua podría seguir un camino similar en el futuro? ¿Qué condiciones crees que serían necesarias para hacerlo posible?

Primero, es necesario hacer un proceso de reparación histórica y que se asuma, también por parte del Frente, su daño. Lo bueno y lo malo. No se puede seguir contando la historia solo de lo bueno porque durante el sandinismo también se sometieron a muchas comunidades indígenas, por parte de militares sandinistas, a cambio del territorio. También son culpables de que muchas comunidades estén desvinculadas.

Pero para que se dé esto primero debemos tener un espacio seguro. Pero en Costa Rica hay mucha gente infiltrada, y hay gente que está amenazada dentro del país. Es importante generar espacios para la construcción de lo que queremos cambiar en Nicaragua y para la reparación histórica. Para que los nicaragüenses podamos decidir de qué manera queremos construir esto, en qué condiciones políticas, y de quién queremos ayuda y apoyo. Hasta ahora todo han sido promesas al aire. Se han construido cosas intangibles, que no se ven.

Y luego, tener la disposición política de todas las personas que estén involucradas en movimientos sociales en defensa de Nicaragua de sentarnos y no diluir de nuevo en temas que no son para construir una democracia o un proceso de paz. Hay que ponerse un calendario sobre qué hablar. Si no pasará igual que en 2018 o 2019, donde todo el mundo quería ser escuchado al mismo momento. No somos una oposición sólida. No tenemos que estar todos en un solo movimiento o partido, pero tenemos que estar de acuerdo en cuál es el objetivo: que saquen a Ortega y se construyan condiciones para la democracia en Nicaragua. Yo creo que nos perdemos con “ayudas” por la falta de claridad política de la oposición. Tenemos que construir una propuesta de cambio que enamore a los nicaragüenses, y que no sea vendernos al gran capital. No quiero que mi país se convierta en un país dominado por grandes empresas. Se nos va a ir lo verde, el ambiente y la cultura.

Hay que volver a ponerlo en la agenda. Hacernos sentir que nosotros trabajamos en pro de Nicaragua. Y eso es algo que se va a ir construyendo. No se va a dar de un día para otro. La revolución duró diez años de lucha.

  • Esta desvinculación política entre las generaciones más jóvenes se está dando en Europa, junto con el aumento de los discursos populistas y de extrema derecha. Sumado a esto, hace unos meses se publicó una encuesta anunciando que, en el Estado español, 1 de cada 4 varones de entre 18 y 26 años (Generación Z) considera que “en algunas circunstancias”, el autoritarismo puede ser preferible al sistema democrático. ¿Qué les dirías a estos jóvenes?

Lo primero que les diría es que intenten hablar o acercarse con personas que han vivido bajo una dictadura y que les cuenten qué es vivir bajo un sistema dictatorial. Creer que se puede vivir bajo un modelo autoritario sin estarlo viviendo… no es nada comparado con la realidad. Creo que estos jóvenes quieren no tener que pensar por sí mismos en cómo construir su futuro, sino que alguien lo haga por ellos. Pero eso no es una dictadura. Quien está en el poder decidirá qué es lo que le beneficia a él y a su familia, no lo que es mejor para el pueblo. Eso es un régimen dictatorial, y ese no es el camino.

El sistema que crea el gobierno cuando uno vive bajo una dictadura son las calles llenas de policía, la gente meada de miedo, no puedes tener la bandera en tu casa, hay cosas que tienes que hablarlas en voz baja… Tampoco hay condiciones jurídicas para nadie. Todos estos jóvenes no saben qué es pasar por situaciones duras o difíciles. Al menos las condiciones que tenemos en Latinoamérica con las dictaduras es que se trabaja muy duro y se gana muy poco. Ganamos 300€ al mes. ¿Y con esto qué haces? La moneda está tan inflada. Yo les invitaría que se vivieran en esos países a vivir con esas comunidades, no como turistas.

Uno no puede decir que le gustaría vivir bajo una dictadura cuando venimos miles de millones de personas migrando por vivir bajo dictaduras.

  • ¿Por qué crees que se da esto?

La generación Z, en la que me incluyo, debemos intentar ser más políticos. Somos una generación que se ha desvinculado mucho del pensamiento político, de formar parte de los movimientos sociales y ser parte de la construcción de algo. No sé si es la llegada del móvil y las redes sociales que han hecho más perezosa la vida, y estar desvinculado de la realidad… pero todo lo que nos hace bien no son las luchas sociales ni ver el fruto de lo que se pudo conseguir para que hoy podamos vivir bajo estas condiciones.

Los españoles ya saben lo que fue vivir en una dictadura y no era bonito. Es triste pensar así, en lugar de decir: me voy a comprometer en la lucha social y para conseguir mejores condiciones de vida en mi lugar. Me duele ver cómo hay temas aquí muy fuertes, como la vivienda, pero no hay tanto movimiento social. Muchos somos migrantes que hemos vivido en condiciones absurdas en nuestros países. Es un tema que aquí también nos afecta. Hay que revisar hacia dónde queremos ir… De nada sirve que nosotros estemos luchando para salir de una dictadura cuando en este lado del mundo quieren entrar en una. Es una disociación absurda.

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